viernes, 10 de octubre de 2008

Emerge un poroto en algodón

Tiempos de silencio, aparentemente en soledad de palabras ajenas dirigidas, me siento en un buen momento para "hablarme", de cualquier cosa, todo encanta... Es porque los sentidos están posados en el espaverso y su atracción, no hay materia que me ahogue o me complique... simplemente mantengo el placentero equilibrio esporádico que pedalea junto a mi de vez en cuando, es un pestañeo en donde brotan anécdotas, sueños, gustos, ideas, ficciones... doblo en la próxima esquina, y sonrío... De un tiempo hasta ahora el humor me ataca de sobremanera, la verdad es que me asusta un poco su larga estadía, mas... no le digo nada... me agrada.
Hay tantos lugares que he visto estos días en el trayecto de toda una vida... es más, saben diferente, en verdad al verlos no los reconocí, son toda una novedad en mi paisaje, entonces, observo. Tantas cosas que estaba perdiendo, porque la escasez de realidad y alegría de tan solo "estar", bloqueaba la vista con los rutinarios conflictos sistemáticos de la sociedad y sus porquerías.
Caminando, olvidando los reflejos de mi imagen en las vitrinas, me llevaba algo por inercia, grandes distancias, poco se sentían. Hoy me detuve en el carro verde, compré un chocolate nevado, sinapsis provocaron en mi loca mente recuerdos, tuve la sensación de pronto que el niño que me miraba del otro lado de la calle me sonreía, pues lo estaba haciendo, sin saber que pasaba provocó una ternura excesiva en mi, como por magia sentí ganas de ser madre, si, eso era... quería serlo... empecé a caminar, hablándome mentalmente del tema, y me encantaba la idea... Armé un juego de ideas de como sería la escena, como seria él o ella, sentía que en algún lado del espacio su mirada existía, entonces ya lo quería.
El semáforo en rojo, despertó mi instinto maternal repentino, entonces descubrí que ya había llegado casi sin notarlo, el reloj me anunció diez minutos de adelanto. No me importó esperar, me comenzaba a encantar la idea de seguir "conversandome".
Una extraña música acompañaba mis pensamientos, digo extraña porque no hice esfuerzo en saber de que se trataba, ni menos si la reconocía, me estremeció el sentir que no me gustaba el romanticismo ( era un día de variadas ideas, no importaba su orden o incoherencia, la verdad que cuando se trata de esto, no hay ley ni orden) , y descubrí de pronto, que mi postura dista mucho de la cursilería, lo que no me convierte en un tempano, solo que no es mi estilo de amor, me satura lo sentimentalista meloso, sin embargo amo ese amor viejo, ese el de los ancianos, a tal punto que con pensarlo me enamora, la sabiduría de sus rezos me inspira, es el anhelo que me arrincona en ese submundo del arte del amor.
Lo cierto es que encasillamos los conceptos, puede que se trate de lo mismo, sin embargo a mi me parece mucho mas real lo segundo, mas de adentro... Encasillar conceptos, me trae mil ideas absurdas, vuelvo a sonreír... Por ejemplo alguna vez alguien sintió que una "almendra" encaja perfecto en un poema, puedo comparar tu ojos almendrados con la luna, pero, un "maní" sería contar un chiste cruel, decirte que tus ojos con forma de maní se comparan a la luna, o mejor aún cambiemos la romántica luna por una queso blanco, el contexto ya no te gusta, todo porque alguien alguna vez sintió y determinó que así fuese, no hay más lógica... Si Romeo hubiese dicho a Julieta ¿Que resplandor se abre paso de aquella ventana?, es el Oriente y Julieta el Sol, Hablan sus ojos de "maní" y yo les respondo... ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? lo más probable, que muchas historias de amor incluirían la palabra "maní" en sus versos, mientras tanto esto solo huele a disparate, o a humorada.
Ya de vuelta, menos cansada que cuando empezé, sentí que los días nublados, mueven mis neuronas más rapido de lo habitual, son las ancias de dar calor, de dar luz, se cruzan muchas jugadas, evito los pensamientos fatalistas, para no caer en el rollo pesismista de goteras que ya no se pueden tapar, pefiero ser una loca de cabello suelto, collar de perlas y pies descalzos. Imaginarme de esa manera me hace bailar, girar, respirar... Y como diría Drexler no es más que el don de fluir.